1.9.14

La memoria de Stefan Zweig a nuestro servicio













No sé si todo lo escrito está para ser leído por cada individuo y, valga lo redundante, acogido en el terreno personal de cada cual. No por el volumen enorme de lo publicado, que también. Sino porque la calidad y el interés no siempre toca y es percibido por el lector. Lo escrito nos tiene que llamar, nos llama, en algún momento determinado de la vida. Antes o después un libro se nos descubre con toda su claridad, interés y virtud nutriente. O acaso no lo hace nunca, y no nos enteraremos de su dimensión aunque otros nos comenten. Por mucho que nos esforcemos en leer una narración, si algo interior y profundo no nos lo pide, pasarán las letras ante nuestros ojos y no nos sentiremos especialmente afectados. Algo tiene que ver todo lo vivido  -experimentación, convivencia, actividad, memoria-  para captar y digerir los textos que tantos autores nos ofrecen. Dice Stefan Zweig en el prefacio a El mundo de ayer: "No considero a nuestra memoria como algo que retiene una cosa por mero azar y pierde otra por casualidad, sino como una fuerza que ordena a sabiendas y excluye con juicio. Todo lo que olvida el hombre de su propia vida, en realidad ya mucho antes había estado condenado al olvido por un instinto interior. Solo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado para los demás". Dos pájaros de un tiro. Zweig nos deja claro por qué escribe un libro de memoria personal que lo es también de memoria histórica (sin prejuicios para el concepto, por favor) Y yo siento su relato, ya en sus primeras páginas, como un tesoro que me permita comprar mi libertad. Que el libro de Zweig se subtitule Memorias de un europeo sirve para que nos interesemos más en las conclusiones sacadas por un hombre que vivió tiempos sumamente convulsos. Para ayudarnos a comprender cómo cambiaron los tiempos que nadie esperaba y que tomaron aquellos terribles derroteros. O por si los nuestros pudieran llevar un camino análogo...y aún fuera posible evitarlo.