7.7.14

Marco Aurelio en sus deliciosas Meditaciones














Que Marco Aurelio fuera emperador no le hacía ni mejor ni peor. Lo suyo, además del mantenimiento del Imperio era el sano ejercicio del pensamiento. Sabía bien cómo la intensidad no riñe con lo efímero, y que no hay que esperar más de las cosas que aquello que pueden darnos en su justa medida: "El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar; su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido." En el capítulo II de sus Meditaciones puede parecer pesimista, pero la experiencia de la vida le hace concluir en lo que es. ¿Se queda ahí? En absoluto, pues continua: "¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía."

Dicho de este modo el lector de hoy, sumergido como cualquier habitante del planeta Consumo en lo aparente y líquido, considerará la conclusión de Marco Aurelio como una aspiración trasnochada, propia de ancianos que ya no tienen vuelta de hoja de la vida. Pero su concepto de la filosofía es firme y claro: "Y ésta consiste en preservar el guía interior, exento de ultrajes y de daño, dueño de placeres y penas, sin hacer nada al azar, sin valerse de la mentira ni de la hipocresía, al margen de lo que otro haga o deje de hacer; más aún, aceptando lo que acontece y se le asigna como procediendo de aquel lugar de donde él mismo ha venido." Lo que nos propone, y permanece tantos siglos después en activo, ¿no es sino un tratado del saber vivir y conducirse más propio de gente que aún tiene toda la vida por delante que de ancianos desahuciados?

Naturalmente, además de político y militar, Marco Aurelio es un reflexivo delicioso. Sus expectativas de la vida ¿no las iba a rematar con la certeza de quien ha visto a tantos ser llevados por Caronte en su barca? De ahí que no olvide: "Y sobre todo, aguardando la muerte con pensamiento favorable, en la convicción de que ésta no es otra cosa que disolución de elementos de que está compuesto cada ser vivo. Y si para los mismos elementos nada temible hay en el hecho de que cada uno se transforme de continuo en otro, ¿por qué recelar de la transformación y disolución de todas las cosas? Pues esto es conforme a la naturaleza, y nada es malo si es conforme a la naturaleza."

La sabiduría no es hacer disquisiciones sobre lo abstracto o investigar la materia concreta y parcial de los elementos. Es sobre todo marcar direcciones para el camino y disponer del calzado apropiado. Desbrozarlo y andarlo con la libertad clara de quien lo quiere recorrer con conocimiento de causa.