29.5.14

El perro de Goya bajo el ojo de Antonio Saura
























No es la pequeñez, es el crecimiento incesante. Es la mirada, que es curiosidad. La espera, que es expectación. La calma aparente, que acaso sea indecisión. Nada que ver con el simbolismo tradicional del perro. Pintor Antonio Saura en el opúsculo El perro de Goya: "¿Y si el perro, además de ser cancerbero del reino de los muertos, imagen del terror nocturno, símbolo profético del tiempo, criatura en el gran desierto del mundo, alegoría renacentista de la ascensión del espíritu, emblema de la fidelidad y de la melancolía, fuese también, en plástica simbiosis, un retrato, una metáfora de un retrato humano, una reflexión sobre nuestra propia condición, y, por qué no, un autorretrato del propio Goya transformado en perro?" Síntesis que hago mía. Cuando me he plantado en El Prado ante el cuadro me he visto a mí mismo. ¿Nos lo legaría Goya como un reflejo purísimo, opuesto al mito de la caverna platónica? Ver la obra de Goya, no me canso nunca de decirlo, no es solo ver arte y además arte de vanguardia cuando las vanguardias no existían todavía. Es ver la intrahistoria del país y la imagen de confusión y zozobra de sus habitantes. Trascendamos: del individuo, sea cual sea su nacionalidad, estatus o calidad que le adoba. Sigue Saura: "...este perro que no se hunde, que apenas se asoma, que ni siquiera es guardián de su propio ámbito, este perro concentrado, tan presente y tan ausente a la vez, que contempla con pavor y con resignación algo que está sucediendo, tal vez la vastedad del universo, o quizá a nosotros mismos asistiendo al paso vertiginoso de la vida, o simplemente la humillación del hombre altivo y fértil, vencido por la edad y la pesadumbre, a quien para siempre sustituye." Ahí es nada. Y es todo porque es pintura, la materialización de la mirada del pintor, sin la cual el perro no estaría ahí. Pero sobre todo una pintura que nos puede decir, a lo Magritte, ojo que esto no es un perro.





26.5.14

Cuentos de la selva
















Tras la celebración democrática de ayer, ni pintada viene esta Canción nocturna en la jungla, de El libro de la selva, de Kipling:

"¿Cómo te fue en la cacería, cazador atrevido?
Larga fue la espera, hermano, y pasé mucho frío.
¿Dónde está la presa que anunciaste matarías?
Sigue viva, hermano, y en la jungla todavía.
¿Qué ha sucedido con la fuerza que te enorgullecía?
Herido estoy, hermano, y se me escapa por la herida.
¿Dónde quedaron las prisas con las que siempre corrías?
Hermano, me voy a morir a mi guarida."

Todas las selvas se parecen. Los humanos, como animales que somos, pertenecemos a una selva muy compleja, con sus peculiaridades. La selva hispanica tiene su idiosincrasia, ni peor ni mejor que otras, por lo que se está viendo por ahí fuera. Cuando uno ve el cuento de la selva próxima y los batacazos sonoros que se llevan los soberbios y quienes confían aún en ellos, no puede por menos que pensar en los personajes de Kipling. Ahora bien, ¿quién es el cazador? ¿Quién el tigre? ¿Quién Mowgli? ¿Quiénes los otros cazadores, los otros animales, las otras presas? ¿Quién tiene la osadía de pretender narrar sin formar parte de la escena? El día después siempre es el día anterior de otro capítulo. Sigamos vivos y generando vida, a pesar de la obstinación de los cazadores.




















Ilustraciones de Józef Wilkon para El libro de la selva, editado por El zorro rojo



25.5.14

Si Larra nos viese hoy














Fígaro en La Revista Española en el año 1833: "«En este país...», ésta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. «¿Qué quiere usted?» -decimos-, «¡en este país!» Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarle perfectamente con la frasecilla: «¡Cosas de este país!», que con vanidad pronunciamos y sin pudor alguno repetimos." Cierto y sigue en vigor, aunque ya de forma muy minoritaria. Mas doy fe de ello, porque uno mismo cae en la expresión cuando percibe que este país le resulta oneroso y desalentador. Cuando uno habla del país como abstracción donde conjurar lo que considera agravio y desencuentro. País, por otra parte, que no podría tener sentido sin el paisaje y el paisanaje. Una tríada que hace del juego de palabras un acervo que contiene pero malamente explica.¿Desde cuándo vendrá la expresión? 

Continúa Mariano José de Larra en su artículo: "Creo entrever la causa verdadera de esta humillante expresión. Cuando se halla un país en aquel crítico momento en que se acerca a una transición, y en que, saliendo de las tinieblas, comienza a brillar a sus ojos un ligero resplandor, no conoce todavía el bien, empero ya conoce el mal, de donde pretende salir para probar cualquiera otra cosa que no sea lo que hasta entonces ha tenido." Pero, ¿no habíamos hecho una transición apenas unas décadas? Discutimos todavía si fue lo posible, o imperfecta, o incompleta...o semipensionista. Y uno se pregunta sin cesar: ¿es que la historia de este país es la repetición de transiciones porque a su vez ha retornado cíclicamente a noches de los tiempos de escaseces, penurias y persecuciones? 

Quiero hacer caso de la recomendación del maestro, aunque no me basta la buena intención: "Borremos, pues, de nuestro lenguaje la humillante expresión que no nombra a este país sino para denigrarle; volvamos los ojos atrás, comparemos y nos creeremos felices. Si alguna vez miramos adelante y nos comparamos con el extranjero, sea para prepararnos un porvenir mejor que el presente, y para rivalizar en nuestros adelantos con los de nuestros vecinos: sólo en este sentido opondremos nosotros en algunos de nuestros artículos el bien de fuera al mal de dentro. Olvidemos, lo repetimos, esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de nuestras propias fuerzas tenemos. Hagamos más favor o justicia a nuestro país, y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades. Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento: «¡Cosas de España!», contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado de los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso ejemplo."

Pero para que los buenos y grandes deseos de Mariano José se lleven a efecto, ¿no tendremos todavía que cambiar mucho en este país? De momento voy a dar un paso adelante. A partir de ahora cuando me queje sustituiré la expresión este país por la de este paisanaje. Creo que es más concreto y ceñido a las limitaciones de la realidad. Que este paisaje de hoy reparta suerte. 




22.5.14

La justicia como amor de los hombres, de Platón a Macrobio




















Macrobio, escritor de finales del siglo IV de nuestra era: "Examinando en profundidad la naturaleza de todas las cosas y de todos los actos, Platón advierte, a lo largo del discurso en que se propuso tratar acerca de la organización de la república, que hay que infundir a las almas el amor de la justicia, sin el cual ni la república, ni tampoco un pequeño grupo humano, ni siquiera una modesta casa, podrán subsistir." He ahí la clave: una cuestión de individuos, y que hoy más que nunca compromete y exige a los individuos devenidos en ciudadanos. En tiempos de justicia convulsa, cuando no de déficit, viene bien la reflexión. Nos recuerda que la justicia, antes que nada, es un asunto moral, una aspiración necesaria, pero también un asunto político, pues resulta ser condición sinequanon para la convivencia. Añade el neoplatónico: "Nada ayudaría tanto a inocular en los corazones esta inclinación por la justicia como el hecho de que no pareciera que su fruto desaparece al mismo tiempo que la vida del hombre." La deriva sobre la inmortalidad del alma que a continuación toma Macrobio en su Comentario al sueño de Escipión, de Cicerón, no resta interés a su criterio. La justicia no desaparecerá si se la cultiva como valor ético. Pero este valor debe se refrendado por una práctica que la eleve y no permita que los hombres pierdan su esperanza en ella. Porque, no nos engañemos, dejar la justicia para otra vida inexistente sería necedad. Y no perseguirla en ésta nos llevaría al desastre y al desaliento.  



20.5.14

François Cheng y la bondad humana














Filósofo François Cheng en Cinco meditaciones sobre la belleza: "La bondad no se valora hoy en día." Sensación que flota en el ambiente. Virtud, y también efecto beneficioso, a reconquistar. ¿Acaso ha desaparecido? Cheng: "Mal entendida, se ve reducida a algo que molesta por su aspecto bonachón o sosaina." En un mundo de chulos, violentos, competidores, tontos y soberbios se desvaloriza todo aquello que expresa, por naturaleza, buenas intenciones. Continúa el pensador: "Dada nuestra condición de condenados de la tierra, habitados como estamos por el sufrimiento, el espanto, la monotonía de la fealdad cotidiana y los deseos constantemente desviados, preferimos exaltar, en lo que se refiere a la belleza, lo más perverso, lo más dramático." Pero ¿es que acaso lo que suscita necedad o está impregnado por la maldad puede ser hermoso? "El pesimismo, incluso el cinismo, están bien vistos; halagan más eficazmente nuestras necesidades de irrisión y de rebelión. Sin embargo, hay que tener el valor de volver a la bondad, la verdadera." 

Uno sospecha que la clase de bondad que Cheng reivindica no es el sentimentalismo rosa, ni la bonhomía de la camaradería de bar, ni la exaltación de lo ingenuo por lo ingenuo. Tiene que haber algo más que defina la bondad. Y Cheng apunta: "Es exigencia misma, exigencia de justicia, de dignidad, de generosidad, de responsabilidad, de elevación hacia la pasión espiritual. Puesto que la vida humana está sembrada de adversidades, corroída por el mal, la generosidad exige compromisos cada vez más profundos; así, profundiza también su propia naturaleza y genera virtudes variadas como la simpatía, la empatía, la solidaridad, la compasión, la conmiseración, la misericordia." ¿Demasiadas propuestas? Reclamadas como una secuencia activa, cuyo orden es lo de menos, desmontan el etéreo sistema de vida de los ciudadanos del consumo. Pero no se trata de ser bondadoso para exhibirse y ser contemplado como parte de todo lo que hoy día se diluye, sino más bien como elemento de conocimiento interior y de forja de vínculos que reconquisten un sentido más personal de la vida social. Cheng: "Todas esas virtudes implican un don de uno mismo, y el don de uno mismo tiene el don de recordarnos, una vez más, que el advenimiento del universo y de la vida es un don inmenso. Ese don que cumple su promesa y que no  traiciona es en sí una ética."

De alguna manera, es volver al principio: reconocernos en la fortuna del existir, en que estamos aquí porque la naturaleza plural ha querido y sigue queriendo, no obstante nuestro maltrato. Tanta violencia, degradación y actitud vital del sálvese quien pueda ¿no estarán motivadas por la pérdida de la referencia principal? La de que somo hijos del don.





18.5.14

Más sombras: Francisco Brines












"Hay que seguir, una vez más, la sombra
por el nocturno callejón",

Recita Francisco Brines en Metáfora de un destino, poema incorporado a La última costa. Y envidiarían Jung o Deleuze o el mismo Platón la claridad que el poeta tiene acerca de la vida y del eros. El eros como garantía de que no perecemos. Puesto que las sombras son y nos envuelven, o nos duplican, o toman nuestro lugar, o tratan de ser nuestros auténticos Yo, ¿por qué no un diálogo fecundo con ellas? ¿Por qué no dejarnos desbordar por sus corrientes antes de sacrificar en vano nuestro impulso? Si acaso un trueque, tal vez una espera, la paciencia justa para no ceder a los temores que siempre nos habitan. Rienda suelta a la propuesta de placer que sugiere la pulsión de una sombra en lo más recóndito e inesperado.


     "Hay que seguir, una vez más, la sombra
por el nocturno callejón,
y al desaparecer la sombra en lo más negro,
en la abyecta humedad de los orines,
llegar a ella con miedo, en la anulada oscuridad,
y después esperar, en un minuto vacío que es eterno,
el temblor del placer a la espalda del mundo
para afirmar la vida,

     o el relámpago hostil, de plata fría,
que trueca el cuerpo en pálido sudor
para afirmar así la mísera existencia."





16.5.14

Deleuze y el combate con las sombras














"La lucha con las sombras es la única lucha real." Gilles Deleuze. Lo comprendo mejor si me retrotraigo a la infancia, donde el mundo de las sombras resultaba menos explicable. ¿Es que acaso de adulto se supera? Seguramente lo habitamos de modo análogo, con la diferencia de que nuestra conciencia de edad que avanza nos engaña. Y de que entramos todavía más a fondo en el juego de engañarnos, como una estúpida y ciega, pero en ocasiones utilitaria, manera de sobrevivir. Que las sombras más íntimas nos acompañan fieles es indiscutible. El combate o, mejor dicho, la manifestación de nuestra conciencia en su mundo, adquiere categoría imprescindible. Deleuze: "Cuando el cuerpo visible se enfrenta cual luchador a las potencias de lo invisible, no les da otra visibilidad que la suya. En aquella visibilidad es donde el cuerpo lucha activamente, afirma una posibilidad de triunfar, que no tenía en cuanto que ellas permanecían invisibles en el seno de un espectáculo que nos quitaba nuestras fuerzas y nos desviaba. Es como si ahora llegara a ser posible un combate. La lucha con la sombra es la única lucha real. Cuando la sensación visual se enfrenta a la fuerza invisible que la condiciona, despeja entonces una fuerza que puede vencer a esta, o bien hacerse su amiga. La vida grita contra la muerte pero la muerte ya no es precisamente eso demasiado visible que nos hace desfallecer, esa fuerza invisible que la vida detecta, desaloja y muestra gritando. La muerte se juzga desde el punto de vista de la vida y no al revés en donde nos complacíamos." ¿Es el desarrollo de nuestra capacidad creativa la mejor arma y el mejor triunfo para purificarnos en un combate con las sombras, al que no hay que renunciar?



13.5.14

Omar Jayyam o cuando la nada es algo















"Mucho has visto del mundo y cuanto has visto es nada", recita Omar Jayyam en una de sus tan desenfadadas como hondas robaiyyat. ¿Demasiado grande el mundo, incluso el nuestro, para sentirnos poseedores de él? Jayyam baja las ínfulas de los presuntuosos:

"Mucho has visto del mundo y cuanto has visto es nada;
cuando has dicho y oído en él, también es nada;
corriste hasta el confín del horizonte: nada;
furtivo te escondiste en casa: también nada."

No es nihilismo lo que plantea el poeta persa. Es viaje y retorno, vuelta circular, escepticismo en la contemplación, no sé hasta qué punto mística, por cierto. Materialismo que rebaja los humos. Quien condene a Jayyam a simple escritor sobre el vino y sus recursos se queda corto. Necesitamos hoy releerlo, necesitamos hombres Jayyam. 



Pintura de Mery Maroto


11.5.14

La rabia de Pasolini




















"¿Por qué nuestra vida la dominan el descontento, la angustia, el miedo a la guerra, la guerra?", se pregunta Pier Paolo Pasolini al comienzo de la película La rabbia. Pasolini también debió sentir el acoso de la rabia en estado puro y latente cuando, a pesar de haberle encargado la película, el productor decidió incorporar una segunda parte, manu Guareschi, en las antípodas del pensamiento y el enfoque del primero. Para no suscitar demasiado disgusto a aquellas clases pudientes que tan pronto se ponían un traje como se cambiaban a otro para adecuarse a las circunstancias. Pues bien, la pregunta inicial obtiene el ensayo de respuesta con el film mismo. Unas palabras de Pasolini electrizan y hace meditar al espectador:

"Si no se grita viva la libertad humildemente
no se grita viva la libertad.

Si no se grita viva la libertad riendo
no se grita viva la libertad.

Si no se grita viva la libertad con amor
no se grita viva la libertad."

¿No hay un halo de idealismo y de utopía en un cineasta al que se le puede acusar de lo que se quiera menos de inconsecuente en su moral y su trayectoria?







9.5.14

Máxima once del manual de Epicteto




















"Nunca digas por nada lo perdí, sino lo devolví." Epicteto y su directa al hígado de nuestro aberrante sentido de la propiedad de todo. "¿Tu hijo murió? Fue devuelto. ¿Tu mujer murió? Fue devuelta. Fui despojado de mi hacienda, también esto fue devuelto." Máxima de difícil digestión en estos tiempos nuestros en que creemos que con la medicina y el derecho, entre otras aportaciones puestas al día, podemos preservar vidas y haciendas, y encima nos creemos dueños de ellas. Sigue el filósofo: "Pero el que me lo quitó es malo. ¿Qué te importa a ti el porqué te lo quitó quien te lo dio?" Hable de los dioses, del destino o del suceso sin fin de la naturaleza, riza el rizo y no estamos por la labor, ¿verdad? Sin embargo, ¿no ayuda su planteamiento a una mejor asimilación de los aconteceres terribles que la existencia depara antes o después? Concluye: "Mientras te lo preste, cuídalo como si fuera ajeno, como hacen con el hostal los viajeros." El carpe diem tradicional es también solicitud y cuidado. ¿Lo observamos siempre?



Cuadro de Anton Raphael Mengs


8.5.14

Preñados por nuestros contrarios, pensamiento Fernández Buey





















Francisco Fernández Buey en su libro La ilusión del método. Ideas para un racionalismo bien temperado: "En nuestros días toda cosa parece estar preñada de su contrario." ¿Solo en nuestros días? Ya de antiguo fue escrito El libro del Tao basándose en tal comprobación. Pero Fernández Buey constata el agravamiento, sangrante y voraz, de las contradicciones de nuestro tiempo. "Vemos cómo la maquinaria dotada de la maravillosa fuerza de disminuir y fecundar el trabajo humano, lo mutila y devora hasta el agotamiento. Un extraño conjuro transforma las nuevas fuentes de riqueza en fuentes de miseria. Las victorias de la ciencia parecen pagarse con la pérdida de carácter. A medida que domina la naturaleza el hombre parece  sometido por otros hombres o por su propia vileza. Hasta la pura luz de la ciencia parece no poder brillar sino sobre el oscuro trasfondo de la ignorancia." Y así llevamos siglos, sin resolver las contradicciones, e incluso agravándolas en perjuicio de la vida y de los seres. En un frustrante matrimonio entre avance científico imparable y limitada recogida de frutos social. Aunque Fernández Buey se pusiera poético con su expresión extraño conjuro sabía perfectamente que las relaciones de clase en una sociedad tienen que ver mucho con esa contradicción. Acaso, una vez más, hay que echar mano de Antonio Machado para precisar la luz de la esperanza:

"Busca a tu complementario,
que marcha siempre contigo,
y suele ser tu contrario." 

¿De qué dependerá que el contrario se alíe con nosotros para procurarnos si no un mundo feliz sí al menos uno de mayor justicia y aprovechamiento universal de los recursos?



7.5.14

Fleur Jaeggy y los presentimientos












"Cuáles son los casos de peligro en la vida? -se preguntaba Jane- ¿Son quizá los presentimientos?" Fleur Jaeggy en su sorprendente novelita El ángel de la guarda. Los presentimientos ¿como aviso o como opción arriesgada? Dicen que las premoniciones forman parte de nuestra vertiente instintiva. ¿Influyen a la hora de tomar decisiones o basta con analizar racionalmente las situaciones a las que nos hemos visto abocados? Difícil casamiento. Si sale bien lo elegido, doblete: buen presentimiento y mejor opción analítica. Si sale mal, ¿de qué factor, el instintivo o el racional, será la responsabilidad? ¿Cuál nos hará sentirnos culpables? (Ariadna anota: consultar al ángel de la guarda)



5.5.14

Cambalache, un tango en vigor















"Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé...
(en el quinientos seis y en el dos mil también)"

Profético Enrique S. Discépolo  en su Cambalache. Y nada parece haber variado. Manuel Vázquez Montalbán, en esa joya de recopilación titulada Cancionero general del franquismo, la incluía entre la canción testimonial. El siglo XX se le quedó pequeño al tanguista y la divertida -y carcajeante- denuncia se proyecta hasta el presente. ¿Un compendio de valoración sobre las conductas humanas, en especial de aquellas más desaprensivas? Väzquez Montalbán decía de la canción testimonial que "las huellas de los ángeles y de los criminales suelen ser sigilosas y solo la arcilla blanda las denuncia. La arcilla blanda de la sentimentalidad popular es un desván precioso donde quedaron grabados los zarpazos y los besos, las buenas y las malas intenciones." Cambalache no está compuesta para deprimirse, tampoco para sustituir un análisis de etología humana, pero como terapia no tiene precio.





3.5.14

Eduardo Gil Bera y su venganza












"La sociedad se basa en la venganza." Eduardo Gil Bera en su sugerente y apasionante Historia de las malas ideas. ¿Demasiado radical y excesivamente reduccionista su interpretación de esa especie de génesis de las tribus humanas? Precisa: "Dondequiera y siempre, naciones, pueblos, tribus, imperios, religiones, culturas o clases se definen por el establecimiento de un espacio-tiempo donde aquélla, la innombrable, se regula y garantiza." ¿Pero no era la sed de venganza una manifestación instintiva del animal humano que parecía conjurada? ¿No es hoy día la venganza más una tendencia repentina del individuo que algo consolidado? Y sin embargo, cada día vemos nuevas manifestaciones o bien directas o bien con intermediarios de lo que nos pide el cuerpo. "Cada ámbito comunitario facilita e impone a sus socios los plazos, tasaciones y eufemismos para la venganza. De ese modo nacen, pululan y caducan las voces más famosas: justicia, derecho, castigo, paraíso, dios, trascendencia, revolución, fe, amor, arte, inmortalidad...Y todas significan lo mismo." Discutible, pero toda una invitación a pensar. Vistas las formas de desencuentro de que disponemos los humanos, creo que muchas veces ni siquiera todo lo inventado para apaciguar las iras y reconducirlas sirve. Y ese todo lo inventado y simulado ceremonialmente, y que los latinos antiguos llamaron vindicare, puede ser un arma de destrucción cuando deja de ser de persuasión. Ágil y nada desaprovechable Gil Bera, no apto para los que no se sientan tentados por la iconoclastia.     



1.5.14

Abu Darr al-Gifari o la sensibilidad por el sufrimiento humano




















Abu Darr al-Gifari: "Me admira que quien no tenga en su hogar sustento, no asalte a la gente a punta de espada." Una reflexión dura pero pertinente para la situación actual y para la fecha. Muchos se sorprenden como al-Gifari de que la gente que lo pasa mal sea tan buena, es decir se autocontrole. Abu Darr al-Gifari fue uno de los primeros adherentes a Alí y por lo tanto al Islam, allá por el seiscientos y pico. Pero fue conocido también por su sensibilidad y compasión ante la carencia y sufrimiento de otros humanos. Tiempo aquel suyo de profetas que hoy no necesitamos. Pero ¿acaso estamos hoy día sobrados de conciencia, coherencia y sensibilidad que nos salven del desencuentro? 



Fotografía de William Klein