14.12.13

Mahler y su pizca de infinito

















Gustav Mahler: "Una sinfonía debe ser como el mundo, debe abarcarlo todo." Escuchando su Novena Sinfonía, tan polifónica y total, tratando de abarcar lo más íntimo de la naturaleza, las pasiones, emociones y capacidades del mismo ser humano, de sí mismo, se comprende que el arte compense el curso díscolo de la vida, si bien no siempre supondrá una salvación definitiva. Dicen que Mahler olía la muerte escribiendo dicha composición y que de alguna manera la situación límite de su vida -sus problemas profesionales, amorosos y de salud-  quedaba reflejada en ella. Pero él creía en esa religio especial que solo los artistas logran alcanzar: "Cada obra de arte debe encerrar en sí misma una pizca de infinito porque debe ser, de alguna manera, espejo de la naturaleza. Lo que es más importante es que tenga en sí misma algo misterioso, inconmensurable. Si es posible abrazar la obra con una sola mirada quiere decir que ha perdido toda su magia, su fascinación, exactamente como en el caso del más bello de los parques, que parece tedioso si se han conocido todos sus senderos.” La dimensión del arte como territorio recóndito, diverso, cuyas revelaciones no se muestran a primera vista. ¿Será lo que nos deja clavados en la butaca mientras nos adentramos en el arcano de los movimientos de la Novena? La respuesta solo nos es proporcionada por nuestras propias emociones.