13.12.13

Los ojos de Herbert Bayer




















"Los ojos han sido siempre temibles. Incluso hoy en día, ¿quién no teme ser víctima del mal de ojo? ¿Quién no cree en el poder de la mirada?" Lo dice Pedro Azara en su fascinante El ojo y la sombra. Es tan impresionante el poder del ojo que con frecuencia reducimos el encuentro y conocimiento con el otro a través de su mirada (inmediatamente también a través de su palabra) Es aún más impactante cuando lo reconvertimos en significado de la mirada interior. Y el simbolismo del ojo se extiende por doquier. Contemplarse los ojos entre enamorados, más allá de la hermosura formal que puedan tener, ¿no es sino la búsqueda de la belleza íntima del otro? Y la búsqueda de la belleza, ¿no es otra cosa sino la necesidad de percibir y aprehender el conocimiento, misión harto improbable si no imposible, del otro? Continua Azara: "Unos ojos bien abiertos evocan o simbolizan la vida, el despertar de la vida. Solo los muertos y los durmientes  -Sueño y Muerte, hijas de la noche, eran divinidades hermanas en Grecia- cierran los ojos. De los mismos seres vivos se decía que eran el sueño de una sombra."

Más allá de la concepción al uso de los ojos en un retrato, siempre me cautivaron los que Herbert Bayer, ilustrador y tipógrafo vinculado a la Bauhaus durante un tiempo, refleja en dos palmas y en dos manos. El asimetrismo de estas lo es también de los ojos, lo cual produce más desasosiego e intriga. Supongo que al pensamiento lógico griego no le gustaría, por lo tanto, la representación. El ojo fuera de sitio se había quedado en territorios de la India, pero ¿quién puede poner puertas a la representación simbólica? El ojo fuera del lugar convencional, digamos, conlleva una carga onírica, surreal y, por lo tanto, con una potencia no controlada fácilmente. Un ojo en cada mano no son dos meros ojos que observan. El truco consiste en que parecen configurar un rostro, desigual y severo, pero ellos no nos miran sino que nosotros nos miramos a través de ellos. Un ojo de la bondad y otro de la perversión, uno de la generosidad y otro de la avaricia, uno de la justicia y otro del atropello, uno del conocimiento y otro de la ignorancia...y así, en una competición de sinónimos y antónimos de las conductas humanas. 

Pero esos ojos, que son nuestros propios ojos, disponen sobre todo de luz. Tiempos estos en que vivimos en que pretenden quitarnos la luz, la mirada, el concepto claro de las cosas, haciendo que el ojo sea figurativo, único, intrascendente, dirigido. Ojo gobiernos, ojo televisión, ojo mercados, ojo publicidad, ojo ideologías, ojo religiones, ojo cibernético...en definitiva, ojo reducido a su mínima expresión efectiva.¿Somos alguien si miramos todos con el mismo ojo y en la misma dirección que se quiere que miremos? Esos ojos inquietantes, fuera de sitio, llamados también heterotópicos, han existido siempre en todas las culturas y dudo que la que ahora se pretende instalar uniforme los pueda disolver. Probablemente son nuestros ojos interiores cuyo vuelo no puede detenerse ni su mirada cegarse.