25.8.13

La altitud o una mirada desapercibida
















Viendo pasar el tiempo, como decía la canción trasnochada, no. Relatando la actividad viajera (si está clavada en el muro de la estación de ferrocarril) o contemplando el tráfago de la ciudadanía (si está colocada en el edificio de una avenida) o levantando acta de la sucesión de representantes de la municipalidad (si está ubicada en el Ayuntamiento), sí. El material de estas placas testigo debe ser de alta calidad, desde aquellas que soportan heladas y temperaturas extremadamente frías hasta las que son atacadas por la humedad y la salinidad del mar inmediato. Conocí a un personaje solitario que me confesó que entre sus citas ineludibles al visitar una ciudad se hallaban al menos un mercado de solera, un cementerio secular y el lugar donde se ampara una placa de altura (si ésta se encontraba en una estación de trenes hacía doblete, pues las estaciones son su debilidad) Aunque no renunciara a visitar otros lugares de atención, afirmaba que, si acaso disponía de poco tiempo, con esa breve selección él ya se hacía una idea de la urbe. Los acontecimientos históricos pasados puedo leerlos en los libros, decía, pero las razones de la vida solamente en esos lugares. Cuando le pregunté por las razones de su peculiar culto a las placas de altura, bajó la voz y se sinceró: es que las pobres pasan desapercibidas. Desde entonces aquel rasgo de bondad hace que le considere menos raro.